LA CADENA


A veces se nos ocurre pensar en cosas lejanas, sumergidas en un rincón del recuerdo. Por ejemplo: nuestra infancia feliz, segura, con un hogar pleno, un padre fuerte y recto; una madre cariñosa y honesta. Ese pequeño mundo de hogar que creíamos que iba a prolongarse en el mundo de los otros, en el tiempo de la madurez. De pronto nos encontramos con una verdad que lastima, porque en ese mundo de los otros encontramos seres buenos y malos. Por eso podemos recordar aquel día en que fuimos a buscar ayuda casi seguros de no hallarla. Y cuando dijimos nuestro problema, nos explicaron cómo salir de él. Nos ayudaron con la alegría de los buenos. Y volvimos a sentirnos seguros, capaces. Roguemos porque esa lección no se pierda en el vacío del olvido. Ayudemos como alguna vez nos ayudaron. Sigamos la cadena de la solidaridad, de esa que todos los días nos pone un eslabón ante los ojos. Devolvamos esa bondad con otra, hagamos lo mismo con alguien en similares circunstancias. Es la manera de pagar. Es la manera de decir que Dios está a nuestro lado, que los hombres no estamos petrificados, sino que seguimos siendo fraternales, solidarios.

Comentarios

  1. Muy lindo el comentario y hermosa la foto.

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  2. La mejor forma de agradecer lo que recibimos, no es solo dar gracias, sino ayudar a otros.

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